miércoles, 9 de mayo de 2012

EL VALOR DE LAS BIBLIOTECAS EN LOS TIEMPOS DE CRISIS (intervención personal en la mesa redonda organizada por las Bibliotecas Públicas de Salamanca)


    Disculpen si me sorprendo porque tengamos que estar hoy debatiendo a cerca de la importancia de las Bibliotecas Públicas (ya bien sea en tiempos de crisis o de engañosa bonanza)

   Disculpen si me sorprende que  nos inviten a reunirnos  a un grupo de personas relacionadas  directa o indirectamente con  este ámbito para defender una obviedad.

   Disculpen si me cabrea (y ruego me disculpen la expresión) que tengamos que llegar a este punto  que roza el más puro surrealismo.  Y disculpen si me pongo un tanto autobiógrafico antes de exponer mis ideas.

     Mi primer contacto con el mundo de libros, como supongo que también el de muchos otros, fue la biblioteca, más concretamente un autobús que recorría los barrios en verano durante  el primer lustro de los años 80 denominado el Bus Cultural. Más adelante empecé a frecuentar las bibliotecas públicas principalmente como lugar de estudio, pero rara era la semana en que yo  no saliera bajo mi brazo con uno o dos libros que devoraba rabiosamente en mi casa. Disculpen si no les cuento nada nuevo ya que, como yo, muchos niños comenzamos  a aficionarnos  a la lectura de esta manera.  Llegábamos a la biblioteca con nuestros plumieres y nuestros cuadernos  dispuestos a estudiar y las estanterías repletas de libros nos seducían hasta tal punto que no podíamos  evitar ir convirtiéndonos en ávidos lectores sin, a penas, darnos cuenta.

    Algunos años después de todo esto sigo frecuentando las bibliotecas. Muchas veces para seguir llevándome libros a casa (no hay que perder las buenas costumbres) y  otras muchas, por motivos meramente profesionales.

   Mi oficio es el teatro.  Interpreto teatro, dirijo teatro, escribo teatro.  Lo  escribo porque mi pasión por  las artes escénicas va directamente unida  a mi pasión por la lectura. Puedo decir que las bibliotecas públicas han ayudado a que alguien  como yo  haya podido beber de las fuentes teatrales impresas  (tanto teatro escrito como teoría teatral) que están a disposición de cualquier usuario.

    Hoy día, el modelo de las bibliotecas públicas ofrece una amplia oferta cultural que va más allá del préstamo de libros, música o películas. Frecuento el teatro de la Biblioteca Municipal como espectador y, sobre todo, como artista local miembro de una compañía al que ofrecen un  magnífico espacio  (y hablo también en nombre del  resto de compañías profesionales y formaciones amateur de la ciudad) para poder mostrar y experimentar con nuestros trabajos.  Más allá de que los artistas locales podamos poner en escena  nuestros espectáculos  con  iniciativas como el “ciclo de teatro salmantino” o “Aficionados a escena”, las  Bibliotecas públicas   ofrecen  una programación  hasta la fecha, estable, amplia y de calidad en la que conviven música, teatro para bebés, niños y adultos,  narración oral para todos los públicos, recitales de poesía, colaboraciones con FÁCYL, talleres  y un largo  etc . Una programación, como digo, estable  con una  función, como mínimo, a la semana y, por supuesto,  todas ellas gratuitas  para el espectador es decir, públicas. En estos tiempos en los que las compañías tenemos que ir, en la gran mayoría de los teatros, a taquilla obligando al espectador a pagar una entrada sin el correspondiente descuento municipal, esto es una ventaja tanto para nosotros, los profesionales y aficionados de las Artes Escénicas,  como para espectadores.

    Otro de los motivos por los que suelo dirigirme a las bibliotecas con bastante asiduidad es para contar cuentos a niños y niñas.  Desde hace más de diez años se viene ofreciendo  un programa estable de cuentacuentos infantiles durante el curso escolar que no solo abarca la zona centro, sino también El barrio del Rollo, Garrido, Vidal y Vistahermosa.  Esta labor queda reforzada por los bibliobuses que llevan, además de los libros, a ese personaje que los niños esperan semana tras semana: El Cuentacuentos. A lo largo de todos estos años el servicio de cuentacuentos se ha ido especializando cada vez más habiendo en estos momentos  tres franjas de  edad hacia las que dirigimos nuestros esfuerzos como narradores y/o animadores a la  lectura: bebés, infantil y primaria.  Gracias a esta iniciativa cuyo  éxito es evidente (no hay más que pasar por cualquiera de las bibliotecas para comprobar que semana tras semana los niños y niñas acuden a las sesiones), los cuentos llegan  a todos  y   de manera gratuita. La labor del cuentacuentos es fundamental para potenciar la animación a la lectura ya que, una sesión de cuentos en una biblioteca no es un “espectáculo”. Contextualizar los cuentos en lugar donde hay libros, es decir, donde SE LEE, está incitando a los niños y niñas a querer ir más allá, a asociar diversión con lectura, a convertirles, en definitiva en futuros lectores.  Y todo esto por no hablar de que a nosotros, los narradores salmantinos, se nos está dando la oportunidad de  trabajar en un ámbito que amamos, cosa que ahora mismo es bastante complicada.

Podría aportar muchas opiniones al respecto, pero el límite de tiempo me lo impide. He querido centrarme en las dos labores que, sobre todo, realizo en las bibliotecas públicas: Teatro y cuentos.

Disculpen si me he excedido en tiempo  pero he querido expresar mi opinión con respecto a algo que creo no debe ser tocado ya que la labor de las bibliotecas públicas, al menos  en esta ciudad,  es intachable.  
Disculpen si no defiendo la incultura.


   

No hay comentarios: