LA 2
¡Y como en casa! ¿eh?
Un día después de comer te pones a hacer Zapping y, de repente, ves que la grulla salvaje del Penedés que emigra al norte para aparearse, no está en la parrilla de La 2. Y vas y te encuentras con un documental magnífico: te cuentan la ascensión y decadencia de una ciudad de Colorado. Te narran las historias, relaciones, obsesiones y objetivos vitales de sus siete únicos habitantes de ese idílico paraíso, cuyo limite con un terrible infierno, tan solo está separado por una finísima membrana. BONANZA es un experimento sociológico sin ser experimento, un “reality” sin nominaciones, un documental de los que me gustan.
Haciendo un pequeño inciso: a mi me encanta ver la tele en mi salón. Puedo echarme un cigarrito mientras la veo y hasta una siesta. Encima de mi tele tengo un candelabro (uno siempre ha sido muy kitch) que me regaló mi madre. La compañía BERLÍN, en lugar de un candelabro, tienen una maqueta (mezcla de belén y de Ibertren) cuyas casitas se van iluminando a medida que cada habitante de Bonanza adquiere el protagonismo del documental. Por otro lado, las 25 pulgadas de mi tele Blue Sky se convierten en cinco proyecciones que van engarzando sutilmente cada uno de esas historias.
El documental es magnífico. En mi casa lo hubiera disfrutado igual. No necesito ni un Festival de las Artes ni una Sala B del CAEM para valorar más esta propuesta. Entre otras cosas, por que ni la multipantalla me parecía necesaria, ni la maqueta mejoraba de ninguna de las maneras la película. Y una pregunta: ¿por qué en el programa decían que lo de hoy era teatro?
Yo, para ver la tele, mi saloncito cuco, mi sofá de colores, mi paquete de chester y mi tele Blue Sky. ¡Ah! Se me olvidaba... y mi gato...
¡Y como en casa! ¿eh?
Un día después de comer te pones a hacer Zapping y, de repente, ves que la grulla salvaje del Penedés que emigra al norte para aparearse, no está en la parrilla de La 2. Y vas y te encuentras con un documental magnífico: te cuentan la ascensión y decadencia de una ciudad de Colorado. Te narran las historias, relaciones, obsesiones y objetivos vitales de sus siete únicos habitantes de ese idílico paraíso, cuyo limite con un terrible infierno, tan solo está separado por una finísima membrana. BONANZA es un experimento sociológico sin ser experimento, un “reality” sin nominaciones, un documental de los que me gustan.
Haciendo un pequeño inciso: a mi me encanta ver la tele en mi salón. Puedo echarme un cigarrito mientras la veo y hasta una siesta. Encima de mi tele tengo un candelabro (uno siempre ha sido muy kitch) que me regaló mi madre. La compañía BERLÍN, en lugar de un candelabro, tienen una maqueta (mezcla de belén y de Ibertren) cuyas casitas se van iluminando a medida que cada habitante de Bonanza adquiere el protagonismo del documental. Por otro lado, las 25 pulgadas de mi tele Blue Sky se convierten en cinco proyecciones que van engarzando sutilmente cada uno de esas historias.
El documental es magnífico. En mi casa lo hubiera disfrutado igual. No necesito ni un Festival de las Artes ni una Sala B del CAEM para valorar más esta propuesta. Entre otras cosas, por que ni la multipantalla me parecía necesaria, ni la maqueta mejoraba de ninguna de las maneras la película. Y una pregunta: ¿por qué en el programa decían que lo de hoy era teatro?
Yo, para ver la tele, mi saloncito cuco, mi sofá de colores, mi paquete de chester y mi tele Blue Sky. ¡Ah! Se me olvidaba... y mi gato...
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